Entre la espada y el cuchillo, siento el vértigo correr sobre mi espalda, y en mi interior reconozco tantos signos vitales a la misma vez actuando. Y se traducen a mi exterior de forma totalmente opuesta, haciéndome lucir casi muerta. Acaricio frente al espejo mi semblante pálida y busco en la mirada extraviada de unos ojos verdes el mismo brillo que tiempo atrás tenían, sin encontrar nada. Esa mujer desanimada y vacía, fría y silenciosa, se ha vuelto un reflejo de su propio reflejo.